lunes, 30 de diciembre de 2013

"El lado oscuro de la globalización" de Manuel Castells.

El texto corresponde al capítulo número cuatro del libro “En qué mundo vivimos. Conversaciones con Manuel Castells” de Mayte Pascual. Nos encontramos con un compendio llevado a cabo por la periodista Mayte Pascual, sobre la obra de Manuel Castells. En el libro, la periodista lanza varias cuestiones al famoso sociólogo, entablando una serie de conversaciones que se agrupan temáticamente, atendiendo a los grandes temas que ocupan su extensa obra. 

Antes de comentar el texto, es necesario situar al autor. Manuel Castells es originario de Hellín, Albacete. Nació en la España de la posguerra en 1942 y en la actualidad es uno de los sociólogos más importantes del mundo. Es profesor en la Universidad de California en Berkeley, así como director del Internet Interdisciplinary Institute en la Universidad Abierta de Cataluña.

El capitulo comienza con una dura crítica al sistema capitalista y a la desigualdad existente en el globo terrestre, fruto del proceso globalizatorio. La globalización posee, a la vez, un carácter excluyente e incluyente. Miles de personas que se hallaban sumidas en la pobreza han sido capaces de incorporarse al capitalismo global y mejorar su nivel de vida pero a su vez, millones de personas han quedado mucho más marginadas y están abocadas a la pobreza. Es decir, estas personas no tienen cabida en la lógica de este capitalismo salvaje.

Como paradigma de la desigualdad, la marginalidad y la pobreza, el autor nos habla de un cuarto mundo: África. Este continente es la región más apartada y endeudada de todas y a día de hoy sus cifras de subdesarrollo son mayores que en décadas pasadas. Castells trata de identificar el porqué de este problema y hablará de tres factores: el colonialismo (inventó países que no existieron, instaló a grupos corruptos en el poder en beneficio de la metrópoli, etc.), la explotación de sus recursos naturales y las dictaduras que se sucedieron en el continente. Pese a toda la pobreza registrada, en las capitales africanas, existe una minoría con un enorme poder social y económico que domina a la mayoría de la población. Es de esta elite de donde el autor extrae el término del “estado predatorio”. Este estado es la forma del estado-nación de varios países del continente africano. Castells lo definirá como “el estado que vive de la explotación sin límite de su propio pueblo, incluyendo la venta de su miseria a los donantes internacionales”. Como consecuencia de ello, surgen conflictos étnicos; para mantenerse en el poder, el estado predatorio se apoya en los grupos étnicos lo que genera una dinámica de odio étnico entre tribus. Por lo tanto, reconstruir las sociedades africanas no es posible a partir de sus propios recursos, sino que necesita inversión, conocimiento y tecnología.

En una segunda parte del texto, el autor hace un viaje desde el continente más atrasado del mundo a la principal potencia económica y tecnológica mundial, EE.UU. Desde un punto de vista crítico nos hablará de la pobreza y la desigualdad existente en un país que se tiene como referente, dado su alto nivel de desarrollo. La situación estadounidense puede resumirse en: las condiciones salariales y la estabilidad de empleo se ha deteriorado y el alto coste de seguro médico y el desgaste de la educación pública han llevado a 46 millones de personas a la pobreza. Así existen, desde hace décadas, zonas marginales en el centro de las ciudades, los famosos guetos. Estas son zonas de exclusión, pobreza y violencia en donde se observan las grandes desigualdades existentes en el país. Justamente en esos lugares, han proliferado desde la década de los ochenta las bandas callejeras. Pero la cuestión no se queda ahí, con la globalización y la ampliación de fronteras, estas bandas callejeras se han expandido por todo Norteamérica y parte de Europa. La causa del asentamiento de pandillas se debe a una crisis de valores que hacen que los jóvenes no tengan expectativas de futuro. Esta falta de valores, solamente puede ser llenada por el consumismo o el individualismo gregario, que a su vez conlleva a una mayor violencia. 

Pero no sólo es para estos jóvenes para los que no existe futuro. Hay millones de niños gozarán de él, simplemente porque se lo niegan. Casos de este tipo son el trabajo infantil, la explotación sexual infantil a través del turismo de pederastas o los niños soldado, todo ello como consecuencia directa o indirecta de la globalización capitalista. Esto se debe a la principal característica del sistema, un sistema que todo lo convierte en mercancía. Castells dirá que existe una solución para acabar con estos problemas, pero los gobiernos u organismos no actúan o en caso de actuar lo hacen de forma pasiva. Esta solución pasa por arreglar los problemas políticos e institucionales antes que los económicos o tecnológicos (corrupción, gasto militar, recaudación de impuestos, gastos públicos no superfluos, etc.). 

El autor nos hablará de una economía criminal global, con grandes redes de delincuentes, de armas, personas, órganos o drogas. Un problema relacionado directamente con esta economía criminal global es el de las mafias. Éstas se expanden por el mundo y llegan a controlar lugares que están fuera de alcance de gobiernos y policía. Diversos casos de estos se dan en Latinoamérica: México, Colombia, Brasil, etc. 

Castells concluirá hablándonos de la gran influencia que tiene el crimen organizado global en el mundo. Nos hemos llegado a familiarizar con este mundo de mafias globales. El imaginario colectivo, generalmente el masculino, hace que los individuos creen grupos para cobijarse de la hostilidad del sistema. Y que como respuesta a la violencia de ese sistema actúen con una mayor capacidad de violencia.

martes, 24 de diciembre de 2013

Compartiendo canciones

Ismael Serrano es uno de mis cantautores favoritos junto con Silvio Rodríguez. La canción que compartí en clase con los compañeros y que comparto hoy en el blog es la de "Papá cuéntame otra vez"

Ismael Serrano nació en Madrid el 9 de marzo de 1974, Hijo del poeta y periodista Rodolfo Serrano, estudió Física en la Universidad Complutense de Madrid y en esta época empezó a tocar en los locales madrileños del circuito de la canción de autor, como el Libertad o Galileo, dándose a conocer hasta el punto de que la coexistencia entre ciencia y música se hizo incompatible y dejó sin concluir una carrera universitaria que le estaba comenzando a desencantar. En 1997 grabó su primer álbum, Atrapados en azul, en el que recuperaba la canción protesta y que incluye su canción más conocida, Papá cuéntame otra vez y otros temas como Vértigo o Un muerto encierras. Con su primer trabajo consiguió el disco de platino en España y se dio a conocer en América Latina (disco de oro en Argentina).
 
Credencial de Ismael Serrano como alumno de la Universidad Complutense de Madrid
La figura del cantautor siempre se ha definido por su conciencia social y la canción protesta, como fue en su momento con la generación de cantautores españoles en los últimos años de la dictadura franquista. Ismael Serrano se incluye en esta figura de persona concienciada que canta a los problemas del mundo e intenta buscarles solución, y anima a sus oyentes a buscar ese otro mundo posible. Ya con su primer disco, con Papá cuéntame otra vez intenta dar un toque de atención a esas mentes jóvenes que han perdido el espíritu combativo de generaciones pasadas.
Ismael ha escrito canciones a muchas de las causas sociales existentes en el mundo, como la guerrilla zapatista en México insurgente, las víctimas de la represión de las dictaduras Argentina y Chile en A las madres de Mayo y Vine del norte respectivamente, las guerras en Oriente Próximo, la lucha por la República en España y la recuperación de la memoria de la Guerra Civil y muchos otros temas. Así como ha colaborado en multitud de conciertos benéficos, discos o conciertos homenaje.

"Esta canción va para ti... para los que estáis aquí, para los ausentes,por tantos años, por acercarme a la certeza de que otro mundo es posible. Porque vosotros sabéis como yo, que los que antes de ayer morían en Vietnam, ayer lo hacían en Bosnia, y hoy lo hacen en Bagdad. Canta conmigo... Papá Cuéntame Otra Vez"






domingo, 15 de diciembre de 2013

Resumen capítulo IV. Libro de Sweezy.

La relación entre producción de mercancías y capitalismo no es tan fácil y clara como parece: el capitalismo implica la producción de mercancías, pero ésta no implica necesariamente el capitalismo. Bajo este sistema productivo la propiedad de los medios de producción corresponde a un conjunto de individuos, mientras que el trabajo manual lo realizan otros. En la producción de mercancías, las relaciones entre propietarios tienen el carácter de relaciones de cambio, mientras que en el capitalismo a éstas hay que añadir las relaciones entre propietarios y no propietarios. Además, en el sistema capitalista la fuerza trabajo es considerada como una mercancía más, añadida a la provisión de factores productivos. Otra diferencia importante entre los dos sistemas económicos y productivos es que, en la producción simple de mercancías, los individuos empiezan con mercancías, las convierten en dinero y, finalmente, adquieren nuevas mercancías (M-D-M); en el sistema capitalista, en cambio, se empieza por el dinero, se adquieren nuevas mercancías y, por último, se venden estas mercancías para producir e ingresar una mayor cantidad de dinero (D-M-D’). Este incremento de dinero es lo que Marx llama plusvalía y que constituye el objetivo, la finalidad ultimo de todo capitalista. Esta plusvalía tiene origen en la nueva mercancía a disposición de los capitalistas: la fuerza de trabajo. Sin embargo, esta mercancía se procede de una “mercantilización” de los seres humanos, quienes venden su capacidad productiva a cambio de dinero; de aquí la dificultad en establecer un precio de mercado a esta mercancía tan peculiar. Según Marx, el valor de la fuerza de trabajo debe determinarse por el tiempo de trabajo necesario para la producción de una unidad; más especificadamente, para Marx el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de subsistencia necesarios para el mantenimiento digno del trabajador. De esto se deduce, por lo tanto, que el valor de la fuerza de trabajo se reduce al valor de una cantidad más o menos precisas de mercancías ordinarias y corriente.

Según el análisis económico de Marx, la plusvalía no puede surgir del mero proceso de circulación de mercancías; asimismo, los materiales que entran en el proceso productivo tampoco pueden ser la fuente de la plusvalía. Por lo consiguiente, ésta deberá proceder de la fuerza trabajo, la nueva “mercancía” teorizada por Marx. Esto es así porque las unidades producidas por el obrero durante su jornada laboral no sólo cubren los costes salariales, sino que también exorbita esta producción, haciendo que todas las unidades adicionales sean producidas fuera del coste. En otras palabras, la jornada de trabajo puede dividirse en dos partes: el trabajo necesario y el trabajo excedente. Esta última parte es la que proporciona la plusvalía al capitalista, dado que en esta fase el trabajador está trabajando más de lo que le correspondería por convenio. Por lo tanto, lo específico del capitalismo es la forma que asume la explotación de una parte de la población por otra, a saber la producción de plusvalía. 


Todo esto implica un análisis más profundo del valor de las mercancías. De hecho, podemos distinguir tres partes: el capital constante(c), el capital variable (v) y la plusvalía (p). La primera parte representa el valor de la maquinaria y los materiales usados; la segunda se refiere al valor de la fuerza de trabajo, mientras que la tercera sería el excedente de producción, que se queda en las manos del capitalista. La suma de los tres valores daría como resultado el valor total de la mercancía.

De esta ecuación (la columna vertebral del planteamiento económico marxista) se deriva el concepto de la tasa de plusvalía (la proporción de la plusvalía respecto al capital variable), que sería la forma capitalista de lo que Marx llama la tasa de explotación, o sea la proporción de trabajo excedente con respecto al trabajo necesario. Numéricamente, la tasa de explotación es idéntica a la tasa de plusvalía y pueden ser utilizados como sinónimos; sin embargo, cabe recordar que el primer es el concepto más general aplicable a todas las sociedades de explotación, mientras que el segundo solo se aplica al capitalismo. La magnitud de esta tasa es determinada por tres factores: la duración del día de trabajo, la cantidad de mercancías que entran en el salario real y la productividad del trabajo.

El segundo concepto derivado de la ecuación marxista es la medida de la relación del capital constante con el capital variable en el capital total usado en la producción. Marx llama a esta relación la composición orgánica del capital, que sería una medida de la amplitud en que el trabajo es provisto de materiales, instrumentos y maquinaria en el proceso productivo.

Sin embargo, hay un concepto que es crucial para el capitalista y su sistema productivo: la tasa de ganancia. Ésta se define como la proporción de la plusvalía con respecto al desembolso total de capital. Su ecuación matemática sería p/ (c+v). Los factores que determinan esta tasa son los mismos que influyen sobre la tasa de plusvalía y la composición orgánica del capital. Asimismo, como en el caso de la plusvalía, también en el de la tasa de la ganancia se supone la igualdad general entre las industrias y las empresas, aunque si la experiencia real parece confutar y rechazar esta hipótesis. En efecto, esta igualdad se basa en tendencias reales existentes en la producción capitalista, que nacen de la fuerza de la competencia. Sin embargo, en la realidad podemos observar como las empresas tienden a formar oligopolios o incluso monopolios, lo que impide afirmar que la ley del valor de Marx sea correcta en todos los ámbitos. Ahora bien, según los críticos de Marx, el hecho de que la ley del valor no sea válida en el orden económico capitalista depende, según Marx, de un factor o serie de factores que oculta la esencia del capitalismo. Suponiendo que la composición orgánica del capital fuese la misma en todas las esferas de la producción, la ley del valor controlaría directamente el cambio de mercancías sin detener la explotación de los obreros por los capitalistas y sin reemplazar su deseo de ganancia

lunes, 2 de diciembre de 2013

Ensayo sobre la ceguera.

José Saramago es uno de esos escritores imprescindibles. Conocido activista social y Premio Nobel de literatura en 1998, no se consagró como escritor hasta los 58 años. Es entonces cuando comenzó a publicar obras sin descanso, alcanzando un total de 40 escritos entre poesía, teatro, ensayo y novela. 

Tal vez una de sus mejores obras  sea la que voy a comentar en esta entrada: Ensayo sobre la ceguera. Saramago publicó esta novela en 1995 y el mismo la definió como "una novela que plasmaba, criticaba y desenmascaraba a una sociedad podrida y desencajada". El estilo peculiar del autor queda plasmado en esta obra; escrita sin signos de exclamación y puntuación, omitiendo los nombres de los personajes y sin recalcar guiones de diálogos como estamos acostumbrados normalmente. Pese a ello, este estilo tan depurado y único hace que te sumerjas aún más en la novela y resulte un placer leer a Saramago. 



Un hombre queda ciego repentinamente. Esta no es una ceguera usual, sino que es una ceguera en la que todo se ve blanco, "como un mar de leche". Sin saber que desencadenará una epidemia de ceguera mundial, el hombre atrae la atención de otros esperando ayuda. La enfermedad se propaga y en este ambiente hostil comienza a sacar a flote los más bajos instintos de los seres humanos. En la historia seguiremos las “aventuras” de un personaje muy especial, pues es aparentemente inmune a la ceguera que se ha desatado en la ciudad. La esposa del médico que atendió al primer ciego decide “hacerse la enferma” con tal de seguir a su marido al campo de concentración (manicomio) en el cual el gobierno, bajo el pretexto de “seguridad nacional” ha encerrado a los enfermos. Es aquí donde la historia se desata. Tratados como verdaderos animales, los ciegos intentarán sobrevivir a este ambiente hostil que los deshumaniza lentamente. 

Mediante esta historia, Saramago lanza una brutal crítica al sistema capitalista y su individualismo como principio básico. La mujer, en un primer momento privilegiada porque puede ver, es la encargada de narrar la historia y guiar a los enfermos. Es entonces cuando percibe que el individualismo no les permitirá sobrevivir y por lo tanto pasan por la necesidad de organizarse. La organización colectiva es el único método de supervivencia (es aquí donde realiza su mayor crítica al sistema capitalista y a su pensamiento individualista). A lo largo de la novela, la mujer verá como surgen y se desarrollan relaciones de poder y como las personas se deshumanizan hasta tal punto que desearía quedarse ciega para no ver tanta miseria.


Finalmente el lector sentirá que la ceguera no es más que “ceguera que simboliza ceguera”, el libro nos dice que las miserias de la humanidad son invisibles para la propia humanidad. Sólo son visibles por personas que poseen una concepción más universal, más panorámica y reflexiva, alejada de cualquier tipo de pensamiento alienante, como la de la mujer del médico. El último párrafo del libro encierra el sentido de la obra, una obra magnífica que recomiendo a todos y todas leer. 

"Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que viendo, no ven"